Block c/anillo – Wabi Sabi.
Nueva serie «Palabras bonitas».
Aquí «Wabi Sabi».
A principios del siglo XVI, un monje –que hasta la actualidad se considera como el padre de la ceremonia moderna del té– llamado Sen no Rikyu, desafió la tradición de emplear inmaculados recipientes de porcelana china y eligió utilizar artefactos de cerámica japonesa que no tenían la misma simetría que los otros, pero ¿qué importaba? Esta simple acción inauguró una de las filosofías más interesantes y completas del mundo, la del wabi-sabi.
Por muchos siglos, la perfección occidental se le ha atribuido a aquello que es liso, geométrico, simétrico, impoluto, esférico. No obstante, pocas cosas en la vida contienen todas estas características; de hecho la naturaleza –y todo lo que hay en ella– es genialmente imperfecta. Y entre más nos alejemos del cerrado precepto de “lo bueno o lo malo, lo feo o lo bonito”, más podremos contemplar la realidad y apreciar la grandeza que está en los detalles.
Se trata de valorar los pequeños defectos que hay alrededor; desde un jardín hasta la taza de un café o un templo sintoísta en Japón. Según esta forma de ver la vida, la perfección (como la interpretamos en Occidente) no existe en la naturaleza ni en aquello que fabrican las manos humanas, entonces cada cosa es bella, tal cual es.
Wabi-sabi se compone de dos palabras: wabi, que se refiere a la simpleza de lo rústico y a la elegancia sutil; y sabi, que significa lo hermoso de la edad, la serenidad que viene con el tiempo, deterioro. Aun sabiendo esto, incluso para los japoneses es un concepto bastante indefinible y ambiguo que, por cierto, no tiene traducción. Se trata de un sentido de la estética que se desarrolla con el tiempo.






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